viernes, 9 de marzo de 2007

Una buena excusa para irse

Mi padre murió cuando yo era una niña, así aprendí que la gente se va, creo que por eso yo nunca me voy porque la muerte me enseñó que hay que tener una buena excusa para irse.
Conozco mucha gente que se ha ido sin morirse y aunque acepto sus motivos no los comparto.
Creo que el amor exige que uno se quede a pesar de todo, creo que el amor exige que nos aceptemos los unos a los otros tal y como somos, que aprendamos a quedarnos.
No defiendo en absoluto las relaciones enfermizas, no estoy de acuerdo en forzar las cosas aunque lo pueda parecer, no quiero que se quede nadie que no quiera quedarse pero sí defiendo a quien se quiera quedar, defiendo la voluntad de amar.
¿Os habéis dado cuenta de una cosa? el día que fui consciente de ello me indigné: está penado por la ley abandonar a un perro, con la nueva ley, abandonar a un perro en la carretera es un delito que se castiga con penas que van desde un año de reclusión a multas desde 1.000 a 10.000 euros. Ahora, leyendo ésto piensa: ¿cuanta gente te ha abandonado? ¿a cuanta gente has abandonado tú?
Parece que el mundo ha asumido la caducidad del amor como si se tratara de un yogur y el amor que yo conozco no caduca, muere.
El amor siempre muere envenenado, es una muerte lenta e imperceptible, uno no sabe porque pero se le ve cada día más cansado, sin ganas de nada, sin brillo, sin ilusión, se va apagando lentamente y al final...
Nosotros permitimos eso, nosotros lo envenenamos hasta su muerte porque en ocasiones es más fácil que se muera que cuidar de él.
Me dicen que no se puede amar a todo el mundo... que no todo el mundo merece ser amado... yo no estoy de acuerdo, sí se puede amar a todo el mundo, sí si uno está dispuesto a amarse a si mismo.
En cada abandono uno renuncia a una parte de si a esa parte de amor que dejó morir porque no era fácil cuidar de él.

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