viernes, 2 de marzo de 2007

SOLAmente acompañarnos

Hace mucho tiempo alguien confundió el verbo ser con el verbo estar y creímos que para no ser solos bastaba con no estarlo.
Ser solo es comprender que el color azul que ven tus ojos sólo lo ves tú, alguien le puso ese nombre a ese color que tú ves e identificas con la palabra azul pero jamás podrás saber de qué color es el azul que yo veo. Podremos hablar de ello, podremos estar de acuerdo en que a "eso" ambos lo vamos a llamar azul pero sólo tú conoces el azul que ven tus ojos, como sólo yo sé el azul que ven los míos.
Ser solo es comprender que el mundo que está ahí fuera es como ese azul que sólo tú puedes ver y por lo tanto ese mundo que ves es únicamente "TU" mundo. Nadie más que tú sabe como es el mundo que tú ves. Esa realidad nos lleva a una soledad absoluta: a tal punto que NADIE puede decirte, mas que tú mismo, cómo es el mundo; porque el mundo que otro te cuente será otro distinto del que tú sientes, del que tú vives, del que tú eres, del que tú ves.
Nos han enseñado a huir de esa soledad, nadie quiere ser solo, nadie quiere ser libre porque esa soledad conlleva una responsabilidad aplastante: somos responsables del mundo y lo que es peor, somos responsables de nosotros mismos.
Ser solo es comprender que la única persona "en el mundo" que puede hacerte daño eres tú mismo, que la única persona en "el mundo" que puede ayudarte eres tú mismo. Suele costar mucho de ver porque constantemente nos fijamos en lo que hacen los demás y no en lo que hacemos nosotros. Cuando alguien nos da la mano para cruzar la calle pensamos que nos ha ayudado y no nos damos cuenta que nos ayudamos nosotros mismos al aceptar cogérsela. La mano es la ocasión (la oportunidad), cogerla es lo que te ayuda y eso SOLO lo puedes hacer tú.
Lo mismo ocurre con el dolor: cuando alguien no nos da la mano para cruzar la calle pensamos que nos está dañando y no nos damos cuenta que nos dañamos nosotros mismos al creer necesitar esa mano. Esa creencia nace de la "necesidad" de huir de la soledad (de la responsabilidad): La mano es la ocasión (la oportunidad), el dolor te lo causas tú mismo al creer que solo no puedes hacerlo. Lamentablemente sí podemos hacerlo, llevamos toda la vida haciéndolo pero nos enseñaron que no es así.
Cuando uno sabe (siente) que es solo y acepta esa realidad deja de juzgar los mundos de los demás e intenta comprenderlos, aceptarlos, los demás son solos también y si algo alivia la soledad es SOLAmente acompañarnos.
Y acompañar significa eso: acompañar, no significa responsabilizarse de los mundos de los demás para que los demás se responsabilicen del mío. No son los demás los que me hacen sufrir ni son los demás los que me hacen feliz, los demás sólo son la ocasión (la oportunidad) para que yo lo haga, por lo tanto si sufro o soy feliz debo preguntármelo a mi mismo, la respuesta la tengo yo porque fui yo quien lo hizo todo.
¿Sabes por qué nos duele tanto no poder ayudar a los demás? porque eso nos demuestra lo solos que somos, porque eso nos recuerda que nadie puede ayudarnos y eso es lo que nos duele: la soledad.
Cuando uno es consciente de esa soledad busca ser la ocasión para que otros se ayuden y desea que otros deseen ser la ocasión para ayudarse.
Uno puede pasarse la vida entera esperando a que alguien le de la mano para cruzar la calle, puede que ese alguien aparezca y se la tienda pero ni cruzando la calle juntos dejarán (ambos) de ser solos. Pueden creer que no lo son y creer que se necesitan pero eso no hará que sea verdad.
Cuando uno se sabe solo, sabe apreciar el regalo que es el que le tiendan a uno la mano, sabe apreciar la compañía de otra soledad, sabe valorar cada segundo de la existencia del otro que acompaña y comparte la realidad de ser solo.
La soledad duele hasta que uno la acepta, como la muerte, como cualquier cosa: las cosas duelen hasta que uno deja de pelearse con ellas y las acepta como son.
Por último decir que aceptar no es resignarse, aceptar es comprender, es darse cuenta, es ser conscientes de cómo son.

No hay comentarios: