jueves, 17 de mayo de 2007

Ser el mundo tiene sus inconvenientes

Vemos lo que queremos ver, yo soy una especialista en eso.
Ser el mundo tiene sus inconvenientes, uno de ellos es que todo depende de nosotros y nuestras percepciones también.
Creemos que la gente es como se muestra ante nosotros, como la vemos y eso es mentira a dos niveles: a nivel propio y a nivel del otro. Vamos a dejar el segundo para otro día y centrémonos en nosotros: vemos a los demás como queremos verlos, por eso nos pegamos unas leches impresionantes, y es que en nuestra visión del otro no está el otro solo sino que nosotros estamos con él, ser el mundo es lo que tiene...
Cuando conocemos a alguien no disponemos de experiencia con él por lo tanto todo lo que dice y hace depende inicialmente de nuestras experiencias anteriores para ser valorado por lo tanto no le valoramos en función de él sino en función de nosotros. Por otro lado cuando conocemos a alguien no somos libres de nuestros deseos, nuestras espectativas, nuestros miedos, nuestra circunstancia, no somos libres de nosotros, no somos objetivos porque hay demasiada voluntad a favor o en contra, dependiendo de cada uno, por nuestra parte. Ser objetivo es imposible pero ser consciente de que no se es objetivo debería ayudar.
Estoy delatando todas las leches que me he pegado en mi vida, ya lo sé, pero es que cuando conozco a alguien le veo a través de mis ojos y mis ojos son hermosos y ven a las personas hermosas, eso no me disculpa, debería ser consciente de mi falta de objetividad, consciente de que debo protegerme, consciente de que hay mucho de mi cuando miro a los demás pero mis deseos, mi entusiasmo, mis ilusiones... me condicionan y... así me va (guiño). Evidentemente no es todo responsabilidad mía, hemos dejado el nivel del otro para otro día pero ahí está.
Sigamos indagando en nosotros, veamos por qué nos equivocamos tanto. Cuando conocemos a alguien buscamos en él todo lo que nos gusta de nosotros y todo lo que nos gustaría ser y no somos, no somos conscientes de ello pero así nos abrimos a los demás, nos abrimos a los que se parecen a nosotros o a los que nos parecen mejores que nosotros, nadie se acerca a alguien al que no se sienta identificado o al que no se quiera identificar. El problema viene cuando nos prendamos de las afinidades e ignoramos las diferencias o cuando damos por sentado que lo que se dice corresponde exactamente a lo mismo a lo que para nosotros significa lo que se dice.
Cada uno de nosotros es único, por lo tanto la concepción de cada uno de cada cosa es única también y eso implica que lo que para mi es ayudar, para poner un ejemplo, no tiene porque ser lo mismo que para ti ¿me mientes cuando me dices que me quieres ayudar? no, simplemente para ti ayudar es una cosa y para mi ayudar es otra ¿la tuya está mal? no, la tuya te sirve a ti y por eso la entiendes así ¿entonces la mía está mal? tampoco, la mía me sirve a mi por eso la entiendo así. Es muy jodido porque cuesta mucho ser consciente de eso, cuando se trata de una mesa o un coche todos estamos seguros de identificarlo por igual: un coche tiene cuatro ruedas y una mesa cuatro patas, estamos de acuerdo, no hay posibilidad de error - aunque actualmente el diseño nos pueda hacer llegar a dudar- pero ¿qué pasa con todo lo que no es evidente? ¿el amor para ti es lo mismo que para mi? ¿confianza? ¿implicación? ¿bondad? ¿generosidad? ¿compromiso? ¿honestidad? ¿maldad? hay multitud de conceptos subjetivos y sólo el tiempo y la experiencia con otra persona nos permitirá averigüar quien es en realidad, vayamos más allá ¿sabemos qué son para nosotros todos esos conceptos? ¿podemos afirmar que lo que decimos que son para nosotros son en realidad como decimos que son? ¿cuantas veces teorizar sobre algo corresponde poco a la práctica? ¿cuantas veces decimos lo que queremos que sea y no lo que realmente es?
Es fácil equivocarse con los demás, tan fácil como equivocarnos con nosotros mismos, por eso nos equivocamos tanto.

No hay comentarios: